Los crímenes macabros
Cualquier asesinato es violento y por eso la cuidadosa utilización de expresiones es un deber para quienes relatan crónicas policiales.
El asesinato de Nicolás Castillo tiene detalles tan macabros como aquel que le costó la vida a Florecia Cresta, una joven que, involucrada en un caso de comercialización de drogas, halló el final de manera cruel y ostensible frente a una sociedad cada vez más propensa a no sorprenderse.
El horror de aquella muerte y sus características más íntimas hacen que el macabro hallazgo del cuerpo del joven, desaparecido en Río Tala desde el pasado 12 de enero, traiga consigo mensajes que costará develar.
No sólo perdió la vida a los 20 años, sino que antes o después del crimen, él o los asesinos dejaron huellas claras sobre su cuerpo. Un golpe asestado en su cráneo y las señales inequívocas de haber sido sometido al fuego obligan a los investigadores a extremar recaudos para desentrañar dónde anida el mensaje en que ese despojo de carne y huesos resecos por el paso del tiempo se transforma en nombres, apellidos, motivos y circunstancias.
En medio de una batalla que se pierde frente al delito y la violencia es difícil discernir cómo la sociedad comienza a digerir casos como el que hoy nos ocupa. Hasta hace un tiempo nos eran ajenos, ahora empiezan a ser propios.
Los comentarios que circularon y los dedos acusadores apuntan a una resolución simplista y acorde al pensamiento de quienes han incorporado la muerte como estructura cotidiana; los hechos y circunstancias no deberían ser de morbosa liviandad. Todos y cada uno de los que asistieron al lugar donde fue hallado el cadáver entendieron con claridad el mensaje que subyace bajo el cuerpo de Nicolás: “Vinieron para quedarse”.
Es la Justicia la que deberá construir el andamiaje que permita recorrer minuto a minuto qué sucedió con este joven desde que se ausentó “a bordo de una moto”, como dijo su familia, para nunca regresar. Quién o quiénes cumplieron la misión de ultrajarlo de semejante modo y cómo pudieron llegar hasta el lugar donde arrojaron su cuerpo. El porqué de un homicidio de estas características pocas veces se conoce, pero el para qué está en la sensación cercana de una realidad que se avecina sin piedad sobre jóvenes víctimas y salvajes victimarios.