La revolución de los “4 de copas” y la defensa corporativa de los que se creen “ases de espada”
En un hecho inédito en la historia, una docente jubilada, en representación de un grupo de vecinos, les dijo en la cara a los concejales que sus dietas son excesivas y que deberían bajarlas a la mitad. Lejos de la reflexión al respecto, la respuesta de los concejales salientes fue defender sus intereses corporativos, lamentarse porque la política les quita tiempo con la familia y, en un arrojo de sinceridad que valió cientos de críticas, hasta hubo quien se animó a llamar “4 de copas” a quienes se animan a cuestionarlos.
La defensa corporativa del bolsillo propio por parte de los integrantes del Concejo Deliberante tuvo su punto máximo la semana pasada, en la última sesión ordinaria del cuerpo, cuando un edil reelecto en las últimas elecciones les dijo “4 de copas” a quienes se atreven a cuestionar que trabajan poco y cobran mucho.
Este año fue distinto para los ediles. El periodo de sesiones ordinarias comenzó un mes antes. Pero como hubo elecciones, estuvieron alrededor de cuatro meses prácticamente sin trabajar. “Desangrarse en la conducción”, como el personaje Aristóteles Morondanga, de la canción de Antonio Tarragó Ros y Teresa Parodi, tiene sus costos y, según expusieron en la sesión, es la familia la que paga “los platos rotos” de la “desgastante tarea” que le cuesta al pueblo 114 mil pesos por mes por cabeza.
Lo que pasó el jueves en el recinto del otrora Honorable Concejo Deliberante fue histórico: por primera vez, un grupo de vecinos hizo uso de la Banca Abierta para decirles en la cara que son caros y que deben bajarse el sueldo.
La respuesta fue triste y también histórica: no se recuerda a un funcionario electo por el voto popular que haya sido tan despectivo con quienes lo pusieron donde está.
Que se bajen las dietas
Liliana Montero, en representación del grupo La Vecindad, hizo uso de la Banca Abierta para pedirles en la cara a los concejales que se bajen las dietas y que revean el anteproyecto de presupuesto del cuerpo aprobado para 2020.
La propuesta del grupo, en voz de Montero, fue concreta: que se bajen las dietas a la mitad de lo actual para reducir el costo de la política en el Concejo Deliberante.
La jubilada profesora de historia comenzó su exposición quejándose de “aquellos que piensan que hemos sido convocados por un medio de prensa o por el Centro de Comercio”. En ese sentido, aseguró: “Gracias a Dios somos mentes libres, pensantes, que podemos tomar nuestras propias decisiones”.
“Nuestra propuesta es, concretamente, reducir los gastos del concejo y especialmente las dietas de los concejales”, dijo y le habló a quienes “pueden estar defendiendo un interés particular, que pueden vivir de eso y también sus familiares o jubilados”, a quienes les dijo: “Nosotros también defendemos un interés personal: estamos agobiados del pago de tasas e impuestos, que es también un interés comunitario”
“Debería ser un honor trabajar para la comunidad y que cada uno viviera de su trabajo. Muchas veces se sacan los ojos para ocupar un cargo”, disparó y agregó que muchos lo hacen en relación a la jubilación. “Lo más alarmante es la incapacidad e ineficiencia en la gestión”, señaló.
“Proponemos la reducción del gasto del Concejo Deliberante y concretamente la reducción delas dietas a la mitad de 3,5 (actual) o como máximo a dos veces el sueldo básico de la categoría inferior establecida” en la Ley Orgánica de las Municipalidad. “Esperamos una respuesta favorable, que sea ejemplificadora y que parta orgullosamente de nuestra ciudad”, finalizó.
La corporación se defiende
Como era la última sesión, duró un poco más. Tras votar una declaración de interés de actividades de agrupaciones feministas, repudiar a Alperovich, recomendar al Ejecutivo que coloque bancos rojos contra la violencia de género, girar tres expedientes a comisión y aprobar un pedido de informes sobre los buzones de denuncias anónimas, los nueve ediles que cumplen mandato se despidieron, incluso los tres que renuevan banca hicieron uso de la palabra. Fue, por lejos, lo más extenso de la jornada.
En ese marco, además de decir adiós y lamentar porque el trabajo político les hace perder momentos familiares, recogieron el guante de los cuestionamientos que dejó en el aire Liliana Montero.
“Trabajamos para la sociedad. Todas estas inquietudes van a estar a consideración del cuerpo. No estamos haciendo nada que la ley no nos permita”, aseguró la presidenta del HCD, Mónica Otero.
Los que se refirieron al tema fueron Gerardo Pelletier, de Cambiemos, que seguirá en la banca otros cuatro años tras ser reelecto; Juan Garavaglia, de mismo bloque y hasta el 10 de diciembre primero en la línea sucesoria del intendente; y Rodolfo “Titín” Trelles, del Frente para la Victoria – Unidad Ciudadana.
El más efusivo fue Pelletier, el comerciante que alguna vez representó intereses ciudadanos en el Centro de Comercio y que fue ungido por Sergio Rosa para ser representante del PRO en el HCD y que ahora, gracias a la decisión de Salazar, tendrá otros cuatro años como edil.
“Lamento que la gente que vino hoy a pedirnos explicaciones, y a lo mejor a decirnos un par de cosas, se haya ido, por lo visto han dejado de interesarse en los temas que se trataban”, chicaneó en su alocución Pelletier, cuando los integrantes de La Vecindad ya se habían ido, tras escuchar otras despedidas.
El concejal pidió disculpas a su familia por “estar en boca de todo el mundo” y dijo que sus hijos “pagan los platos rotos de que cualquier cuatro de copas salga a decir cualquier cosa de nosotros sin realmente conocer cuál es el trabajo cotidiano que nosotros tenemos que hacer”.
El edil fue repudiado oficialmente por la Coalición Cívica, un partido que integra el frente Juntos por el Cambio, aunque a nivel local tienen poco espacio, por actuar “de manera absolutamente irresponsable, irrespetuosa y con falta de decoro”.
“La tarea del concejal no es nada fácil y no se gana lo que algunos medios quieren decir”, dijo por su parte Garavaglia, que refirió que “en esta tarea se pierde mucho más de lo que se gana”.
El presidente del bloque Frente para la Victoria – Unidad Ciudadana, Rodolfo “Titín” Trelles había sido el primero en tomar la palabra para señalar que “por ahí la tarea de los concejales es desconocida y hay sectores que se escucha que nos mandan a hacer cosas que hacemos”, en alusión a planteos que había hecho durante su exposición Liliana Montero.
“Se le exige al concejal cosas que por ahí en otros ámbitos no se exigen”, sostuvo. Como hizo en muchas oportunidades, planteó que una reducción de dietas afectaría a los jubilados, situación sobre la que expuso en otras sesiones.
Blandiendo su recibo de sueldo, dijo que cobró 52.000 pesos “la última vez”, aunque el documento señalaba alrededor de 54.500 y tiene una explicación: para que Trelles pueda seguir cobrando su jubilación —fue docente, consejero escolar, concejal e intendente por renuncia del electo Julio Pángaro entre 1997 y 1999— no percibe la dieta completa ni hace aportes, por lo tanto su “indemnización” como edil es de dos tercios de la dieta pura.
La sacrificada vida del concejal
La primera que habló e hizo alusión a cuestiones personales fue Andrea Maroli, que agradeció a su familia y especialmente a sus hijos, de 8 y 20 años, a los que “he incursionado en la política”, dijo. “Han aprendido que hay que dar sin pedir nada a cambio, porque lo que sale del corazón es bien retribuido”, señaló.
A su turno, Trelles, Sánchez y Tirelli también agradecieron el apoyo de sus familias durante los cuatro años de mandato, al igual que Mosquera, que atraviesa una situación familiar complicada y que le impidió hablar durante la sesión, aunque intentó decir unas palabras de agradecimiento.
Fueron Gerardo Pelletier, Juan Garavaglia y Matías Franco los que se extendieron respecto de las dificultades familiares que acarrea ser representante del pueblo en el Concejo Deliberante, militar en política y ocupar un cargo de estas características.
“Personalmente, en esta tarea, se pierde mucho más de lo que se gana, en todo sentido, económico, personal, familia, afectos”, dijo Juan Garavaglia, que se quebró cuando habló de su hija de tres años. “Muchas veces te saca tiempo con ella, con la familia”, dijo.
El sindicalista portuario Matías Franco también hizo su evaluación de su paso por el Concejo y se refirió a la familia: “Uno se emociona porque cuando nos dedicamos a la política, te demanda mucho tiempo, ese tiempo se lo consume a la familia”, señaló y agregó: “Uno se pone a pensar todas las cosas que pierde, los sacrificios que uno hace, que no hay valor monetario que lo supla. Quiero agradecerle especialmente a mi familia por el aguante”.
En las redes sociales hubo cientos de mensajes de indignación contra los ediles. Por un lado, ante lo que calificaron de “actitud soberbia” la de Pelletier; por el otro, ante el “lamento” por la familia muchos pusieron sus propios ejemplos en decenas de rubros de la actividad laboral en la que por mucho menos dinero y mucho más esfuerzo los sacrificios familiares son mayores.
Pelletier habló en nombre de la corporación
Sería injusto decir que sólo el concejal Gerardo Pelletier es el responsable del desacierto, el desprecio y el destrato con el que la aceitada corporación política que posa sus asentaderas en las bancas del cuerpo legislativo local, se dirigió a los vecinos que llegaron al recinto de sesiones a interpelarlos desde una banca abierta para pedirles sencillamente que se bajen las dietas.
No se puede fustigar a quien puso en voz alta el pensamiento colectivo de los ediles que entre llantos se despidieron quejándose del sacrificio que implica la representación popular y en especial algunos que se refirieron al terrible abandono al que someten a sus familias, sin siquiera detenerse a pensar que por monedas hay recolectores de fruta, albañiles, pintores, plomeros, enfermeras, maestras, policías, pescadores, agricultores, músicos, profesores, torneros, mecánicos, médicos, remiseros, modistas, empleadas domésticas, barrenderos que ven a sus hijos pocos minutos después de la caída del sol o a la madrugada cuando con frío o calor llegan cada día a cumplir con sus obligaciones si es que tienen la suerte de contar con un empleo en blanco o en negro.
No sería justo inferir que el ex mayor contribuyente radical que durante décadas se opuso a los aumentos de tasas es el único que piensa que “cualquier cuatro de copas” puede decir cualquier cosa. Entre 18 concejales, sólo hay una que pidió licencia en su trabajo para cumplir funciones y ninguno que haya alzado la voz para oponerse al oprobio de votarse el máximo permitido por ley como alegre recompensa tras los peores cuatro años de inacción legislativa desde 1983 a la fecha. Aunque, tal vez, la revelación de Pelletier sea el sincericidio que mejor ilustra lo que entienden quienes logran abandonar su condición de simples o serviles ciudadanos para enquistarse “a cómo dé lugar” en una carrera para la que, como bien dijo la profesora Liliana Montero, no sólo no se rinde examen de ingreso ni se requieren méritos, sino que tan siquiera demanda saber leer y escribir.
Pues bien, esto es lo que sucedió el jueves pasado en la última sesión ordinaria del Honorable Concejo Deliberante, cuando un grupo de personas llegó para hacer uso de la banca abierta y exponer con razones, fundamentos y convicciones por qué debían dar el ejemplo a nivel local e invitar a las legislaturas provinciales y a la nacional para que adopten la misma conducta en medio de la profunda crisis que vive el país.
El pedido de austeridad durante esa sesión marcó un irreversible punto de inflexión para concluir en que oficialismo y oposición actuaron sin una sola objeción, diferencia ni grieta para levantar la mano y en 38 segundos ratificar un presupuesto de casi 40 millones de pesos que representa ni más ni menos que un costo de 114.000 pesos por cada banca. Un presupuesto que también fue cuestionado por el Centro de Comercio e Industria en una carta que ni siquiera se dignaron a responder, al menos hasta ese día. Un monto que se empeñan en desmentir esgrimiendo sus recibos de sueldos casi mendigando comprensión y subestimando al límite la capacidad de raciocinio de quienes lo cuestionan haciendo cuentas de almacén y bien sencillas.
El detalle que se les escapó a los que consintieron las palabras de Pelletier e incluso la airada respuesta de la presidenta del cuerpo Mónica Otero cuando le enrostró a la vocera ciudadana “todo lo que hacemos está dentro de la ley”, en una posición de soberana jactancia en la que se cuela la viveza de hacer legal aquello que no es ético, reside en que esta vez del lado del público estaban las maestras que saben, las que enseñaron a varias generaciones, las que siguen desde alguna organización intermedia brindando tiempo, las que rindieron y tomaron exámenes a centenares de alumnos entre los que se encontraban varios de los que estaban allí sentados. Las odiadas, las temidas, las queridas, las reconocidas por su mérito y trayectoria; por su trabajo y por su exigencia. Había también hombres pero cualquiera sabe en San Pedro que no hacía falta decirle a Liliana Montero, Pocha Fernández, Nancy Orso, Susana Oroz, Pepita Thomas o Teresita Brambilla cómo deben pensar o actuar. Ya son grandecitas como para endilgarles que se “dejan llevar” por las noticias. Nombramos a esas, como a tantos miles de ciudadanos que con su esfuerzo contribuyen al sostén del cada vez más poblado universo de parásitos que desprestigian la nobleza del quehacer político porque han encontrado allí la posibilidad de una renta fija y una linda tentación para el día en que llegue la jubilación.