La Navidad de Amalia
La conmovedora historia de una de las internas de Andar alienta y profundiza las relaciones humanas. Después de 24 años se encontró con parte de su familia. Para pasar la Nochebuena viajó a La Plata y se reencontró hasta con la madre que no pudo cuidar ni de ella ni de sus hermanas. La emoción de quienes comparten con ella la vida cotidiana y ahora la extrañan porque estará en esa ciudad durante un mes.
Llena de bolsas, emocionada y con muchas ganas de conocer a gran parte de su familia Amalia Ochoa, una de las internas de Andar, subió a un colectivo por primera vez en su vida y junto a su hermana Ana María emprendió viaje a La Plata donde pasará poco más de 30 días recuperando parte del tiempo perdido. El hogar que habita desde siempre la extrañará con la emoción de saber que “hicieron algo más que albergarla y proporcionarle rehabilitación”.
En San Pedro la despidieron todos sus compañeros y antes de partir le entregaron un dibujo para que pueda colgar en el árbol navideño de la casa de su madre donde pasará varias semanas.
El día de Navidad estubo con sus 12 hermanos, su mamá y la pareja que la acompaña y los 16 sobrinos que le presentaron poco a poco para que la alegría “no sea de golpe” y evitar forzar un corazón que supo soportar la adversidad durante gran parte de su vida.
Llegó el 24. Ese mismo día disfrutaron de la primera cena y pocas horas después no podían creer estar viviendo la navidad en familia reunidos en una misma mesa todos juntos, como nunca.
En el barrio La Hermosura todo es felicidad desde hace días. Las sonrisas no se borran y por eso hoy por la noche cuando levanten las copas para brindar por la llegada de un nuevo año agradecerán la acción de quienes desde Andar se propusieron encontrar los vínculos perdidos.
“Cuando levante la copa voy a agradecer, voy a brindar por mi hermana que la pude volver a abrazar este año y por todo el tiempo que tenemos por delante”, dijo a La Opinión entre lágrimas Ana María Ochoa quien desde que conoció a su hermana en San Pedro pregunta y se interioriza cómo es el día a día en Andar.
Los flashes de las fotos y las imágenes captadas por los celulares invaden las redes sociales, como testimonio de cuánto y cómo se pude superar una historia de vida con principio cruel y sabor a lágrimas.
RECORRIDAS Y CHARLAS
Para cumplir con todos la familia organizó un cronograma en el que establecieron que Amalia pasará dos o tres días en la casa de cada uno de sus hermanos para “poder conocer bien a todos sus sobrinos”.
“Las nochecitas de verano van a ser las mejores”, reconoció Ana María que sabe que “hasta la madrugada” van a poder hablar de todo lo que les hubiese gustado hacer juntos y no pudieron.
Además le prometieron a Amalia que la llevarán a recorrer la ciudad de La Plata para que pueda conocer cómo es el lugar en el que vive su familia.
“Voy a volver tostadita, porque me voy de vacaciones a la casa de mis hermanos”, dijo entre risas la joven que pasa todos sus días en el hogar de Andar con la aceptación y la esperanza de transitar nuevos caminos.
LA HISTORIA DE AMALIA
Nació el 16 de julio de 1975 en La Hermosura, La Plata. La joven que desde hace años reside en Andar es la primera hija de una humilde familia que debió entregar a la menor a la justicia ya que no podían afrontar los gastos que significaba la rehabilitación a la que debía ser sometida Amalia después de haber sido operada de corazón.
La adolescencia no fue fácil. Amalia pasó los años más difíciles recorriendo diferentes hogares de la provincia de Buenos Aires. Estuvo en La Plata, Ayacucho y Bahía Blanca hasta que llegó a Andar donde permanece.
El 2014 quedará marcado en su historia personal. Este año, el 9 de agosto, pudo reencontrarse con su familia gracias a la búsqueda incansable que realizaron sus hermanos que primero recorrieron comisarías, luego hogares y por último apostaron a las redes sociales donde un posteo en Facebook les allanó el camino para dar con quienes acompañan a Amalia en San Pedro.
Ese sábado de agosto en el taller de Andar todo fue una fiesta. Cuatro de las hermanas Ochoa se fundieron en un abrazo, el mismo que repiten mes a mes cuando por lo menos uno de ellos logra juntar el dinero para el pasaje ida y vuelta para llegar a San Pedro y por lo menos pasar unas horas con la más grande de las Ochoa.