La casilla de “las monjitas”, un paseo dominical para las chicas del asilo
El predio donde funcionaba la casilla de Turismo que está a la venta es propiedad de una congregación religiosa que durante décadas coordinó el asilo de niñas del hogar Gomendio. María, una mujer de 74 años que vivió allí entre 1958 y 1970, hasta los 16 años, contó a La Opinión que ir a pasar el domingo al "Ñandé", como llamaban a ese predio, era un "premio" para quienes se portaban bien en la semana.
El sábado por la mañana, mientras Sin Galera repasaba al aire la noticia que fue tapa de La Opinión de la semana pasada acerca de la venta del predio de la congregación Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, ubicado frente al club Pescadores y que hasta el mes pasado fue casilla de información turística, una mujer llamó para contar recuerdos relacionados con ese inmueble.
María tiene 74 años. Entre 1958 y 1970, es decir entre sus 3 y 16 años, fue pupila del asilo de niñas del hogar Gomendio, que en aquellos años coordinaban "las monjitas" de la congregación a la que el intendente de facto Eduardo Luis Donatti cedió la propiedad de ese terreno al pie de la barranca.
"Me acuerdo que le decían 'el Ñandé'. Íbamos los domingos las chicas del asilo, con las hermanas Elisa, Aniceta Virginia, Odilia", recordó María en un mensaje que derivó una emotiva nota al aire en la que la mujer repasó aquellos años.
"Ir al Ñandé era una fiesta para nosotros", aseguró María, que en el asilo era la pupila número 66. Y así la llamaban, "66". "Había hasta el 80. Mi hermana era 47. Nos llamaban por el número para darnos la ropa, todos teníamos un número por el que nos llamaban, yo ahora lo asocio con las cárceles", recordó.
María y su hermana quedaron huérfanas de madre en 1958. Su padre, que era empleado de la fábrica alcoholera Padilla, que funcionaba donde hoy está emplazada la planta de Arcor, siguió la recomendación que le hicieron en su trabajo sobre internarlas en el asilo de niñas que coordinaban las monjas.
Las niñas internadas tenían madrinas. Al menos las que eran de San Pedro, porque también había chicas que llegaban desde otras ciudades y que su estadía en el asilo estaba relacionada con las órdenes de algún Juzgado de Menores que así lo disponía.
María tuvo como madrina a la reconocida artista plástica y docente Herminia Sabattini de Suero. "Jamás tuve una navidad sin juguetes", recordó. Las sampedrinas tenían privilegios frente a las foráneas, a la que usualmente les tocaba seguido hacer tareas como lavar platos o limpiar.
"Las monjas hacían diferencia", recordó María, a quien le gustaba acompañar a las religiosas a hacer mandados. "Era una alegría, como salir a barrer la vereda. Nos turnábamos para hacerlo, porque era salir afuera" del asilo.
Entre esos paseos estaba el dominical de la casilla de la costanera. "Era como un premio", aseguró María. La que se portaba mal, no iba. A ella le tocó quedarse varios domingos por reirse en la fila o hablar durante el almuerzo en el comedor.
Portarse "bien" tenía otros "premios" dominicales, como la entrega de uno o dos caramelos por niña antes de ir al "Ñandé", vocablo guaraní que significa "nosotros", "nuestro". Ese paseo era "liberador", según destacó María. A veces las dejaban entrar al club de Pescadores "a poner los pies en el agua".
A los 15, María fue enviada a Santa Fe a estudiar. Cuando regresó a la casa de su padre en sus primeras vacaciones, decidió quedarse. Desde entonces, volvió al asilo para algún reencuentro de exalumnas. "Está todo más lindo que antes", aseveró.