Intolerancia
+5493329563839 Autoritaria sos vos puta de mierda +5493329563839 Vos sos una burra tú odio no te deja razonar +5493329532810 Mongolica.. Estupida.. Eso no es una declaración de guerra? Es una intimidación? HAy q matar a de ángelis.. Deja de inflar.. No sabes hacer periodismo neutral y limitarte a informar?.. estudiaste periodismo?
Los mensajes que anteceden esta reflexión, son sólo un ejemplo de los que recibimos a diario en este interior del corazón plural de la comunicación. Muestras y resabios de los enfrentamientos que lastimaron, hirieron o apuñalaron las ilusiones de sucesivas generaciones.
Horas en la ruta, horas en los actos, horas en el aire, horas en estas páginas y sólo para ayudar a pensar, disentir y abrir la mente a todas las ideas.
La respuesta, casi siempre es la calumnia o la agresión que hoy cobra fuerza en el patético espejo de la escena nacional. Apenas hace unas horas, Argentina perdió más que nunca al contaminarse nuevamente sintiendo que los que habitamos esta inmensa plaza de provincias hemos sido expulsados como “imberbes”.
Imagino qué habrán sentido aquellos muchachos y chicas que, equivocados o no, sustentaban sus convicciones en principios revolucionarios y en el estrecho abrazo a un socialismo latinoamericano que soñaban junto al regreso de Perón.
Casi cuatro décadas después, son millones los expulsados de la plaza, por un hombre y una mujer que en pareja, han logrado unir lo irreconciliable, sentar juntos a los distanciados, provocar abrazos entre los marginados por un modelo económico que se aferra a las corporaciones y desprecia el trabajo y la honradez.
El país ha tenido pocas oportunidades en democracia para impulsar una economía de crecimiento que impida que la ignorancia y la pobreza arrebate las ilusiones de millones de madres que se obligan a parir hijos para sostener desde sus camas sin techo, la maquinaria que alimenta el negocio de la política.
Todo, absolutamente todo, camina inexorablemente hacia la vieja convicción de la división como método de autodestrucción colectiva.
Quienes hemos crecido en la cultura del trabajo, en la escuela de la verdad, en honestidad indiscutible y en el asombro ante la corrupción, comenzamos a ser cada día más extranjeros, más exiliados, más hermitaños, más individualistas y por eso: Pierde Argentina.
Porque las sonrisas socarronas desde la institucionalidad, el abuso en el uso de los recursos del estado para sentirse apoyado, aunque el precio siga siendo el más caro para los que sostienen la elefantiásica estructura del zanganismo organizado, sólo abonan al distanciamiento, al fracaso y tristemente al odio.
“Otra vez” dicen nuestros abuelos con jubilaciones de miseria, “otra vez” dicen nuestros padres cuando nos ven enfrentarnos entre sectores medios y marginales, regalando más terreno a quienes se han comprado más de media República Argentina.
Y “otra vez” decimos nosotros cuando nuestros hijos se desprecian y se toman a los golpes por la marca de las zapatillas o el nivel de un celular.
Nos entusiasmamos ante cualquier propuesta, nos distraemos con el fútbol o las modelos de la televisión y mientras eso sucede, se deteriora la calidad institucional y se arremete contra la libertad sin reparos ni piedad.
Perdimos otra vez, gane quien gane la votación de esta noche. Perdimos la oportunidad de avanzar y alentamos la de retroceder. Confundimos nuestras posturas frente a la vida o nos distraemos duro y parejo para no hacernos cargo de nuestra falta de participación.
La grosera provocación del Ex Presidente, su manejo de los tiempos para retrasar a los inexpertos chacareros que llegaron a Buenos Aires, ya infiltrados por los que creíamos sepultados en la historia de la política y del sindicalismo, no ha hecho otra cosa que levantar el telón para que veamos con asombro la pornográfica escena de la agresión permanente a sus propios conciudadanos.
Es inconcebible que la intolerancia también nos gane a nosotros. A quienes tenemos la misión de informar, cuando vemos con vergüenza cómo nuestros propios colegas se animan a marcarle la agenda a la protesta genuina, contagiando a esta noble profesión del más duro mercantilismo y arrastrándonos a esta nueva lógica de hacer que las noticias sucedan cuando ellos llegan y no cuando ocurren.
Somos parte de ese grito del interior del país que pide sólo algo de tranquilidad sin poner sobre la mesa el coraje que hace falta para terminar con el travestismo que nos atraviesa la política argentina.
Esta “hija de puta autoritaria” del mensaje publicado al principio, se queda en su lugar para seguir trabajando haciendo de cada letra, de cada frase, de cada palabra un acto de militancia hacia la verdad.
El plan de los Kirchner es la confrontación, el odio, la mala memoria y la explotación de los derechos humanos de la manera más vil y mercantilista al hacer del dolor de todos, su patrimonio de gobierno.
No entienden cuánto lastiman a quienes repudiamos desde las tripas a todas las dictaduras cuando se ufanan de ser los dueños del pensamiento colectivo mientras reparten más miseria, sin transformar, mintiendo con el pago de la deuda externa y reestatizando lo que perdimos para llenar los bolsillos de su funcionariado acostumbrado al anonimato que les proporcionaba el sur.
Para construir hace falta una mirada limpia a ese horizonte que se llenó de humo, destrozando nuestras islas y provocando que espontáneamente hayamos sido un puñado de ciudadanos los que por un día sentimos que podíamos hacer algo, pese a los “palos en la rueda que ponía el funcionariado”, tratando de simular su ineficacia.
Eso nos hace bien, sentirnos protagonistas, ser parte, estar incluidos, soñar con cambiar las cosas aunque sea como precario hecho individual. Eso nos anima, nos estimula, nos pone de pie y con la frente alta para terminar con la intolerancia que hoy ocupa la preponderante marquesina de la vergüenza de aquellos que por capricho, intentan hablar de lo que jamás han conocido: EL TRABAJO.
La que “no tiene cerebro” como dice el mensaje, sólo tiene neuronas para escribir esto, mientras mira las miles de almas que llegaron al acto del campo y se acuerda de aquel barco que dejó a su abuelo depositado sólo con un bolso sobre el muelle del puerto de Buenos Aires, para reencontrarse con su hijo y su mujer cuando habían pasado casi seis años. Es él quien me ha puesto en este lugar, para seguir pensando firmemente que la INTOLERANCIA desde los poderes de la República siempre es la antesala de la GUERRA.
Somos muchas las familias que llegamos escapando de la guerra, como para soportar que desde el poder se exhiban con impunidad los morteros que hacen explotar nuestras ideas para dejarnos inermes ante una realidad que según dicen “ellos van a cambiar”.
Somos NOSOTROS, porque nunca queremos ser ELLOS. No porque confrontemos sino porque jamás entre argentinos debería haber existido esta etapa de “nosotros y ellos”.
Hemos dilapidado tiempo, dinero, futuro y esperanzas. Muchas veces… demasiadas veces…
Esta noche en el Senado, no habrá nosotros o ellos. Habrá resultados más o menos simpáticos pero con seguridad no habrá paz suficiente para que Argentina sepulte para siempre su oprobiosa intolerancia.
por LIli Berardi