Falleció Abelardo Castillo, a los 82 años
El escritor, que se consideraba sampedrino por haber pasado su infancia y adolescencia en la ciudad, murió este martes por la mañana. Maestro del cuento, también fue autor de novelas y obras de teatro. En muchas de sus obras hay alusiones directas a San Pedro. Castillo residía en Buenos Aires desde los 18 años. Falleció a raíz de una infección intestinal que padeció tras una intervención quirúrgica.
Este martes falleció en Buenos Aires el escritor Abelardo Castillo, tal vez el más grande de los autores argentinos que permanecían activos en la literatura argentina. Tenía 82 años y murió a raíz de una infección intestinal que padeció tras una intervención quirúrgica.
Abelardo Castillo era sampedrino. Si bien no había nacido en la ciudad, vivió aquí junto a su padre entre los 9 y los 18 años. Los años de la infancia y la adolescencia marcaron su vida de manera tal que él mismo siempre eligió considerarse como un hijo de este pueblo.
Considerado un verdadero maestro por sus pares, la crítica y el público, Castillo atravesó todos los géneros literarios con gran destreza. El cuento, sin embargo, fue la forma en la que su talento descolló.
"Escribe cuentos, es decir sistemas cerrados, y no meros relatos en los que habitualmente no se pasa del recorte arbitrario de una situación sin esa tensión que le da al cuento su valor de trampolín psíquico", dijo sobre él Julio Cortázar.
En los años 60 publicó sus primeros escritos. Las otras puertas fue su primer libro, publicado tras ganar un concurso con el relato "Volvedor", cuyo jurado eran nada menos que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares.
Ya había fundado la revista El grillo de papel. Luego haría lo propio con El escarabajo de oro y El ornitorrinco, que ganaron un lugar de privilegio en la historia de la difusión literaria en el país. La última de ellas, publicada durante la última dictadura cívico militar, albergó a decenas de autores.
Abelardo Castillo era un maestro de la forma y un obsesivo de la corrección, al punto de frenar las impresiones de sus libros para cambiar una palabra o mejorar una frase. Su influencia en la literatura nacional es inabarcable.
Israfel, Cuentos crueles, Las panteras y el templo, El que tiene sed, Las maquinarias de la noche, Ser escritor, El oficio de mentir, El evangelio según Van Hutten, El espejo que tiembla, La casa de ceniza, Crónica de un iniciado, El que tiene sed, Las palabras y los días son algunas de sus obras, todas fundamentales.
En muchos de sus relatos —que pueden leerse un volumen de Cuentos Completos publicado por Alfaguara— aparecen imágenes, historias, personajes y lugares de San Pedro. En 2014 publicó sus Diarios, que dan cuenta del vínculo que tenía con la ciudad.
Con su esposa, la también escritora y crítica Sylvia Iparraguirre, habitaban una casa en el club Los Andes, entre cuyas paredes se tejieron diversas historias que fueron volcadas al papel. En 2015, cuando se fundó la Biblioteca Itinerante Roberto Arlt, él prefirió que la sede que albergaría ese proyecto apadrinado por su mujer no llevara su nombre. La histórca librería Leder Kremer, cuando cambió de manos, pasó a llamarse "Abelardo" en su homenaje.