En boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso
La situación de los botones antipánico se transformaron en pánico cuando el Director de Modernización del Estado llamó a La Opinión para “desmentir” el informe publicado en la edición anterior sobre la situación de vecinos que quedaron incomunicados con la central de alarmas comunitarias que sirve para resguardarlos de los hechos de inseguridad.
Leonel De Ruba intentó e intenta una tarea que es más que interesante pero poco cierta para una comuna económicamente dinamitada.
El joven funcionario está a cargo de un sector estratégico para el ordenamiento de todos los sistemas que necesita el municipio para ser administrada y enlazar a todas las áreas. De él dependen los programas que por ejemplo deberán manejar la recaudación y conectarse con Inspección, por sólo citar un ejemplo.
Anclado en una de las deficiencias más importantes para la gestión de Cecilio Salazar, aprovechó su lenguaje digital para distorsionar la verdadera situación a la que quedaron sometidos los vecinos que hasta el miércoles pasado pensaban que cuando estaban en peligro podían comunicarse de manera directa e inmediata, apretando un pulsador desde el interior de su casa o en los dispositivos instalados en las calles cuando aún Pablo Guacone gobernaba San Pedro y su Secretario de Gobierno Javier Silva quiso comenzar a imitar al municipio de Tigre en su batalla contra la inseguridad que mostraba en vivo y en directo la comisión de delitos y los modos en que las fuerzas policiales actuaban de urgencia.
El joven abogado no solo convenció a la mayoría de los miembros del gabinete, sino que intentó generar una ola de dudas sobre los periodistas de este medio que habían hecho -ni más ni menos- que el trabajo de cualquier persona que necesita demostrar su responsabilidad al administrar las cuestiones más sensibles para los ciudadanos: probar cada botón antipánico para certificar que funciona y establecer como mínimo una periodicidad en su supervisión. Hasta el intendente creía que todo estaba “joya” con los chips de los nuevos celulares y el disfraz de “dueño de Google” coincidía con el gesto canchero de quien accede a la tecnología sin que nadie lo interpele.
De Ruba accedió a grabar una nota en la que sostuvo que solo “por unos días” los teléfonos estuvieron desconectados. Su sola desgrabación es una pérdida de tiempo.
Con la edición en la calle y los datos en la mano, La Opinión llegó el jueves por la mañana al flamante Centro de Monitoreo donde además se deberían registrar los pedidos de auxilio ante episodios que los pongan en riesgo.
No hizo falta más que observar la pantalla de un único monitor de computadora instalado en la mesa de entradas para corroborar que el listado de domicilios, que este semanario no dará a conocer en resguardo de las personas que recién ahora comienzan a recuperar su servicio, era una planilla de cálculos con números de teléfonos celulares y localizaciones.
La desesperación por explicar lo inexplicable se transformó en una sonrisa cuando se constató que ni siquiera había un reporte de la utilización de las últimas semanas. Cuando se consultó a la policía, se certificó además que el número de emergencia que hasta diciembre tenía la central de ayuda tampoco funcionaba.
La respuesta resultó precaria: “Llega un sms al celular de flota y a mí; cuando llega el mensaje, el operador mira el mensaje y sabe si es robo o pánico. Una vez que el operador recibe ese mensaje mira en la planilla a ver a quién corresponde, prueba de llamar y pregunta por qué apretó el botón”, se dijo, para sorpresa de los presentes.
“Si no atienden el celular igualmente se le manda a la policía”, reconoció ruborizada la única persona que estaba en ese sector de la oficina. En el otro ambiente donde se pueden ver las imágenes de las cámaras de seguridad callejera también había un sólo y único agente para prestar atención a lo que sucede en las calles.
“Teníamos un 0800 que cuando se hizo la mudanza, se hizo el pedido de cambio, pero todavía no está”, indicó ante una de las últimas preguntas sencillas de este medio.
“El error puede haber sido no decirles a los vecinos, porque la alarma sonora sigue sonando. Eso fue un error de comunicación”, fue la única frase que se escuchó para reconocer la responsabilidad que De Ruba intentó eludir bajo la promesa del “sistema” que está diseñando junto a un programador para tener un mapa on line con georreferencias que por ahora forman parte de la fantasía y que conllevará la demora necesaria y suficiente para garantizar su eficaz puesta en marcha.
Lamentable es entender que la situación era mucho peor a la descripta en la nota y mucho peor comprobar que faltar a la verdad es lo mismo que mentir. Aun con muchos años de carrera por delante, “un baño de humildad” no le vendría mal para cumplir con un trabajo imprescindible para el gobierno de Cambiemos.