El hombre que asesinó a su propio hijo y el paso de su familia por San Pedro
La Opinión entrevistó a exvecinos y amigos de Juan Carlos Romero y Hebe Rull, los protagonistas de una historia de venganzas que se cobró la vida de uno de los hijos mellizos nacidos en San Pedro. La familia vivió en la ciudad hace unos seis años y la semana pasada fueron noticia debido a la tragedia acontecida en Concordia.
A medida que se fueron conociendo detalles de un caso tan triste como insólito, ya no cabían dudas de que se trataba de una familia que por algunos años vivió en San Pedro. Las fotos y los datos de cada uno así lo certificaban.
Por venganza o despecho, Juan Carlos Romero, de 41 años, se desquitó con su exesposa, sacándole lo más preciado para una madre, los hijos.
La frase “no vas a ver más a tus hijos” recorrió los principales portales y canales de noticias de la Argentina. Es que nadie en su sano juicio puede analizar semejante decisión.
La tarde del lunes 20 de abril, Romero retiró de la escuela a la que concurrían Mateo y Agustín, los mellizos de 7 años; le envió un mensaje de texto a su exmujer mientras circulaba en su auto Chevrolet Corsa, se lanzó al carril contrario en plena ruta 14 y se estrelló junto a sus hijitos contra un camión Scania. Agustín, murió en el acto, Mateo, se encuentra en gravísimo estado de salud y pelea por su vida. Ambos habían nacido en San Pedro.
Una vida intensa
La Opinión pudo obtener detalles de la historia de esta familia entrerriana, adoptada por los sampedrinos al menos por unos años.
A medida que fueron pasando los días se pudo reconstruir uno de los capítulos de lo que ya se califica como “una vida intensa”.
“Los Romero”, como los llamaban en el vecindario, llegaron a San Pedro porque el hombre había tenido “algunos problemitas” en Puerto Yeruá, su lugar de procedencia. Se lo relacionaba con algunos hechos delictivos y hasta con una golpiza que le había propinado a otra persona. Así se le dificultaba conseguir trabajo y aquí en San Pedro, además de ser la ciudad donde por entonces vivía su hermana, tenía una persona conocida de profesión mecánico quien le ofreció trabajo en su taller aunque de buenas a primeras dejó de trabajar allí.
Pasó al menos por dos remiserías , pero de ambas se fue porque se peleaba con todos sus compañeros, se dedicó a los artículos de pesca y después su señora, Hebe Rull, abrió una peluquería en inmediaciones de las salas velatorias de la Coopser.
Primero, la familia habitó una casa de Honorio Pueyrredón al 1300, luego se mudaron a otra que estaba sobre la misma calle pero al 1200 y la mujer abrió el salón de belleza que estaba ubicado a la altura del 1100.
Posteriormente, y antes de irse definitivamente de esta zona, Rull habría cobrado una herencia y con ese dinero compraron una casa en el barrio Los Aromos.
En ese período, cuando vivían en la casa de Honorio Pueyrredón al 1200, fue cuando Hebe Rull quedó embarazada y tuvo a los mellizos Mateo y Agustín. Nacieron en el Hospital “Emilio Ruffa” de nuestra ciudad, y al primero de los dos, el que quedó con vida tras la trágica decisión, le puso ese nombre porque así se llamaba el hijo menor de uno de los amigos que había cosechado en San Pedro.
Tiempo después, endeudado y con varios problemas personales, Romero y su familia decidieron regresar a vivir a la provincia de Entre Ríos y nunca más se supo de ellos.
Una persona violenta
Al conocerse detalles de esta macabra historia varios sampedrinos que estuvieron relacionados con esta familia, los reconocieron enseguida. Con el paso del tiempo Juan Carlos Romero se fue haciendo de amigos pero todos les duraban muy poco.
“Yo le decía a mi señora que era el “Loco” Romero, y ella me decía que no podía ser, que era mucha casualidad. Después, cuando comenzaron a mostrarse las fotos lo pudimos confirmar, eran ellos lamentablemente. A mí no me sorprendió, el tipo era capaz de cualquier cosa”, dijo uno de los amigos que estuvo cerca de la familia mientras vivió en San Pedro.
Nos habíamos hecho muy amigos pero con el paso del tiempo él fue cambiando.
“Ya no era la misma persona que al comienzo, nos pedía plata prestada y era un tipo muy confianzudo, raro”, contó. “A mí me quedó debiendo plata”, agregó.
“Llegó al punto de decirnos que le prestáramos el nene así lo llevaba a dar una vuelta en el auto, cosa que no nos gustaba para nada porque nuestro hijo era chiquito y no entendíamos para qué lo quería. A partir de todas esas cosas nos comenzamos a alejar”, indicó el testigo.
Sus antecedentes
Quienes lo conocieron aseguraron que la mujer, en varias oportunidades, les pidió ayuda; señalaba que él era muy agresivo y que la había golpeado. Lo mismo pasaba con sus dos hijos mayores, a quien en otras tantas oportunidades también castigó con violencia y cuando alguien le llamaba la atención porque los menores eran chicos, él les respondía… “Soy el padre, y si no tomo medidas yo, ¿quién lo va a hacer?”.
La Opinión logró confirmar que en San Pedro hay radicada una sola denuncia en su contra y efectivamente coincide con los dichos de quienes se relacionaron con él. Romero fue acusado por su esposa y la carátula de la causa fue “amenazas”. Ese es el único antecedente que dejó pero que de haber sido tomado en cuenta por especialistas podría haber cambiado el destino de los niños.
Después tendría una causa en la justicia entrerriana por un robo a mano armada y hasta habría estado preso, pero ya forma parte de las supuestas anécdotas que en algunas oportunidades contaba a sus íntimos. “Muchas veces llevaba un arma encima, la tenía siempre en la cintura”, relató un conocido suyo.
La peluquera del barrio
La Opinión estuvo en el barrio donde Hebe instaló su peluquería y hasta había cosechado algunas amigas que nunca supieron más de ella. “Yo no lo puedo creer, pienso en lo que pasó y no entiendo por qué con esos chiquitos”, dijo María una vecina. “Recuerdo cuando nacieron, igual estuvieron poco, porque después se mudaron a Los Aromos”, recordó.
“Ella provenía de una buena familia y creo que cobró una herencia mientras vivían acá, por eso se pudieron comprar la casa en Los Aromos”, destacó la mujer.
“Estaba muy contenta cuando puso la peluquería. Tenía su clientela, era educada, respetuosa y muy sumisa, y la verdad que no quisiera estar en su lugar ahora, qué terrible!”.
“A él no lo tratamos mucho pero los chicos más grandes eran muy respetuosos, además iban a la escuela con varios chicos del barrio”.