El 11-S y el foto shop
El filósofo esloveno, Slavoj Zizek, (Suplemento Cultura, Perfil, 10 de septiembre de 2006) analiza las implicancias ideológicas que subyacen en las películas, estrenadas recientemente, Vuelo 93 y World Trade Center. Es un artículo interesante, por el lado que se lo mire. En una de sus partes, Zizek, dice: «En la actualidad, por desgracia, estamos pagando el precio de la red de embustes y manipulaciones sostenida por los gobiernos de los Estados Unidos y el Reino Unido en la última década, que alcanzó su clímax en la tragicomedia de las armas iraquíes de destrucción masiva». «Recordemos, escribe el filósofo, la alerta de agosto de 2006 sobre el frustrado intento terrorista de hacer estallar una docena de aviones durante el vuelo de Londres a los Estados Unidos: sin duda, la alerta no era falsa (...) No obstante, surge la sospecha de que todo ello no fue más que un espectáculo bastante interesado, a fin de acostumbrarnos al estado permanente de emergencia». El párrafo que sigue, tal vez, sea el pensamiento de unos cuantos: «¿No será que, a nosotros, a los ciudadanos comunes, nos exigen demasiado... un grado de confianza que traicionaron hace mucho tiempo los que están en el poder? Este es el pecado que nunca se les podrá perdonar a Bush, a Blair y a sus asociados». El foto shop es una técnica que, entre otras posibilidades, permite retocar un paisaje, mejorar una cara. Esta última perspectiva, creo yo, es la más explotada, aunque hay que ser cuidadosos en su manipulación. Recordemos, por ejemplo, a dónde fue a parar el ombligo de Susana. No encontrarlo fue el hazme reír de medio país. Aunque, una vez quietas las mandíbulas, a mí se me sumó un defecto: el de desconfiar de esas caras tersas y radiantes, de esos senos turgentes y macizos que apararecen en diarios y revistas. No creo que sea verdad eso que me muestran. Parafraseando el bolero: ¿A usted le pasa lo mismo que a mí? Ya no me interesa mirar esas fotos que pueden ser o no reales; sin embargo vendidas como verdad. No las miro: me han herido la confianza. ¿Aplicará la clase dirigente, en todos sus discursos, la técnica del foto shop? Y en menor medida, tal vez, con un daño menor: ¿aplicaremos nosotros, en nuestra diaria cotidianeidad, la técnica del foto shop? Concluyo que, Bush y Blair, no son los únicos pecadores. Jorge L. Sagrera