Dolor por el fallecimiento de Rodolfo Figueroa
El joven de 22 años dejó de existir el Sábado, tras protagonizar un accidente tres días antes. Una multitud despidió sus restos.
Se hace muy difícil tener que narrar una noticia cuando la persona involucrada es integrante de una tradicional familia sampedrina y cuando hay que tratar de abordar lo incomprensible, y se trata de una muerte absurda.
Rodolfo Figueroa tenía 22 años, con toda una vida por delante y un montón de proyectos por cumplir. Y, por qué no, varios goles de América por gritar y festejar, muchos pedidos del “Mono Bar” por repartir…
“Rody” trabajaba en el bar junto a su papá, uno de los comercios más tradicionales de la ciudad y era el encargado de hacer el reparto. Sí señora, el chico que le llevaba el sándwich de lomito…
La vida del joven se cortó abruptamente luego de que el Miércoles pasado protagonizara un accidente de tránsito a la hora de la siesta. El destino quiso que en la esquina de Belgrano y Chacabuco se encontrara con otra moto, con quien colisionó. Figueroa cayó pesadamente contra el suelo y el golpe en su cabeza fue determinante.
Las graves heridas sufridas obligaron su traslado urgente a la guardia del Hospital local, mientras que a las pocas horas fue derivado al Hospital Sudamericano de Buenos Aires, pero las expectativas eran inciertas.
Con el paso de las horas, el estado de “Rody” no mostró evolución alguna y la mala noticia llegó cuando anunciaron el cese de su actividad cerebral, aunque para sus familiares y quienes lo conocieron, hasta que su corazón latiera las esperanzas iban a perdurar. Hubo súplicas y cadenas de oración, todos pidieron por el joven.
Finalmente, el Sábado, su corazón dijo basta y toda la ciudad se entristeció. Al día siguiente, una verdadera multitud —como no sucede muy a menudo— aguardó la llegada del cuerpo a la ciudad. Se le dio un respetuoso y sentido acompañamiento a la familia y posterior sepultura el Lunes.
La desaparición física de este joven respetuoso y trabajador causó un hondo pesar en familiares, amigos, conocidos y la población en general. Una nueva tragedia que podría haberse evitado si la conciencia sobre las leyes de tránsito tuviera un poco más de arraigo entre los sampedrinos.