¿Distraídos?
Hace tiempo que todos estamos preocupados en comentar la difícil situación que vivimos con respecto a la falta de seguridad. La conversación está en las reuniones familiares, de amigos y hasta con aquel que cruzamos en la calle o está a la espera de ser atendido en algún lugar. No salimos del asombro al escuchar, ver y leer los partes policiales que aparecen en los diferentes medios. Momento oportuno para comenzar a contar lo ocurrido a nivel personal, de algún conocido o no, que fue víctima de un ataque delictivo. Además, la mayoría de los causantes son menores o generalmente mayores de corta edad. Al desaparecer los primeros rayos solares, todos sin chistar, nos vamos adentro y si algo olvidamos comprar y no es imprescindible, esperará hasta el día siguiente. Quedamos detrás las rejas bien gruesas y sin dejar espacio ni para que pase un pájaro; varias llaves dobles, cerrojos, cadenas de seguridad, trancas cruzadas de hierro, mirillas en las puertas, alarma conectada y a su vez interconectada a teléfonos de diferentes familiares y vecinos. Creemos estar seguros o por lo menos si intentan entrar, les costará hacerlo. En el ostracismo comenzamos a pergeñar las diferentes medidas con las cuales combatiríamos a los autores de robos, arrebatos, asaltos a mano armada, utilización de violencia psicológica y física hacia las víctimas, los enfrentamientos entre bandas barriales u encuentros casuales con contrincantes, violaciones, adicciones a las drogas autorizadas y no permitidas, etc. Entre las medidas pedidas más escuchadas son: un paredón enorme de ajusticiamiento; islas alejadas y desérticas (si es posible rodeadas de animales feroces); largos años de reclusión y condenados a trabajos forzosos e insalubres; reformar leyes para aumentar las penas y exclusión. Y así continuamos “arreglando” este grave problema que aqueja a todos por igual. Muchas veces la impotencia y la desesperación lleva a pensar de tal manera, sin tener en cuenta que así se agrava la cuestión. El problema está, porque nunca se tomaron medidas realmente correctoras para modificar ciertas conductas que vienen pidiendo ayuda urgente. Las autoridades responsables no toman las medidas correspondientes para aliviar y resolver los sufrimientos, explotaciones, falta de educación, mala atención de la salud de muchos niños, adolescentes, jóvenes y futuras o ya niñas madres. Observamos como muchos niños deambulan a cualquier hora, algunos no asisten a la escuela y otros sólo lo hacen para estar en el comedor, donde reciben la única comida del día; jóvenes que andan por las calles, plazas o diferentes lugares, sin hacer nada productivo (estudio-trabajo). Esos seres humanos que vemos deambular, desaprovechando el tiempo y lamentablemente algunos delinquiendo; a los cuales queremos combatir con dureza y sin tener en cuenta que llegaron a ese estado, por ser marginados, excluidos, engañados y usados. Los funcionarios en su mayoría están muy ocupados en hacer política interna y partidaria; olvidando que deben preocuparse en revertir esta forma de vida de los pobres abandonados y desprotegidos. Sí se dedicaran a optimizar la calidad educativa y sanitaria; la situación comenzaría a cambiar para bien y no harían falta tantas cárceles. Nosotros como miembros de la sociedad tenemos nuestro compromiso, porque antes de encerrarnos o sólo asomarnos para encolumnarnos en pedir fuertes castigos; podríamos juntarnos para participar en acciones de contención. Y sobre todo, exigir a las autoridades a que se dediquen con responsabilidad a realizar un verdadero trabajo social para que nuestros conciudadanos puedan y tengan la oportunidad de mejorar su calidad de vida. Estoy seguro que muchos podrán estar de acuerdo o en desacuerdo con esta opinión, pero lo importante es que comencemos a reflexionar para solucionar la problemática, para darle una salida de verdad y no colocar un remiendo para que luego vuelva a mostrar el agujero agrandado. Daniel Gagliardi