De San Pedro al Aconcagua
El Ingeniero Hugo Pingray brindó una charla donde contó con lujo de detalles una de las experiencias más inéditas en su vida: haber escalado el Aconcagua.
No son muchos los sampedrinos que alguna vez lo intentaron, tampoco son muchos los que alcanzaron su cometido. Con 54 años, el Ingeniero Hugo Pingray se animó al desafío y junto a un grupo de amigos, todos socios del Club Andino Buenos Aires, escalaron el Cerro Aconcagua, a 6.962 metros sober el nivel del mar.
La expedición estuvo integrada por diecinueve montañistas, un grupo sumamente heterogéneo, hubo varones y mujeres, jóvenes y “veteranos”, pero el motivo salva todas las diferencias. Todos acompañados por Adrián Sánchez, el guía.
Pingray realiza ascensos desde 2006 y entre sus experiencias figuran los escalamientos al Volcán Lanín, Cerro Stepanek, Cerro Adolfo Calle, Cerro San Bernardo, Cerro Caferatta I, Cerro Caferatta II, Cerro Inhóspito y Cerro Bonete.
Crónica de una experiencia inolvidable
“El 3 de Enero partimos y llegamos al Refugio en Penitentes, luego de que el grupo se reuniera en la Ciudad de Mendoza”, relató en principio Pingray.
“Al día siguiente por la mañana, luego de la última noche cómoda que disfrutaríamos en esos días, nos aprontamos para el traslado hasta la entrada del Parque Aconcagua. La ansiedad domina al grupo, pero ponernos en marcha fue liberando tensiones. Luego de tres viajes en camioneta lograron trasladarnos junto al equipo hasta la oficina del guardaparques. Nos registramos y cerca del mediodía iniciamos la marcha desde la Laguna de Horcones hacia nuestro primer destino, Confluencia, el primer campamento de altura a 3.400 metros sobre el nivel del mar”, relató el alpinista.
El montañista sampedrino narró con orgullo los primeros pasos del grupo en plena montaña: “Al cabo de un par de horas de trecking, llegamos a Confluencia sin mayores novedades. Armamos las carpas y cumplimos con el control médico que consiste en medir la saturación de oxigeno en sangre, el control de la presión sanguínea y la revisión de nuestros pulmones. Ya por la noche acusamos algunas molestias normales por la adaptación a la altura; dolores de cabeza y dificultad para dormir, pero todo dentro de lo esperable para iniciar la aclimatación”.
Al día siguiente el grupo dejó Confluencia y llegó a Piedra Ibañez. Recorrieron el lecho del río durante más de 15 Km., lugar que se conoce como Playa Ancha. “Durante la marcha nos fuimos separando, yo lo hice en solitario porque disfruto escuchar el silencio de las montañas o los sonidos más elementales, como el de mis botas contra las piedras ó el mismo viento”, contó.
Avanzada la tarde, llegaron a Piedra Ibáñez, lugar en donde acamparon: “Por la mañana, no muy temprano, desarmamos nuestra carpa y desayunamos con mate cocido y galletitas. Alrededor de las 14.00 Hs. llegamos a Plaza de Mulas, el campamento base de todas las expediciones a 4.400 msnm. Lo hicimos físicamente muy bien y con el ánimo alto”, expresó Pingray.
En Plaza de Mulas estuvieron varios días, ya que el proceso de aclimatación lleva 4 ó 5 días y no se puede perder ninguno. “Luego de un día de descanso iniciamos el ascenso al Cerro Bonete, de 5.050 msnm., que nos quedaba justamente frente a nuestro campamento. Y al cabo de casi cuatro horas parte del grupo hicimos cumbre”, comentó.
Con clima adverso, el grupo pasó por Piedras Conway, Plaza Canadá y finalmente Cambio de Pendiente. Todos estos puntos son parte de lo que se conoce como la ruta normal al Aconcagua.
“Adrián, el guía, decide que el Miércoles 14 iniciemos la etapa de intento de cumbre, ya que el grupo, mayoritariamente, estaba con buenos indicadores de aclimatación y no se pueden desaprovechar los datos sobre la mejoría en el tiempo”, indicó y agregó suspenso: “Se había iniciado la cuenta regresiva”.
“Alcanzamos cambios sin mayores novedades, armamos el campamento y nos dedicamos a derretir nieve para obtener agua. De aquí en más, el agua había que obtenerla derritiendo nieve con nuestros calentadores a gas. Una tarea indispensable de estos próximos días ya que todo estaba congelado y necesitábamos diariamente por persona un mínimo de cuatro litros de agua”, explicó.
“El día 15 estaba todo nevado y la vista es sencillamente deslumbrante. Me había propuesto que en esta etapa intentaría pegarme a Adrián, y lo logré. A esa altura de la travesía la mitad del grupo había abortado el intento de cumbre, pero los que seguíamos en carrera estábamos muy enteros”, relato Pingray, con orgullo.
“Me parecía mentira estar en el lugar que tanto miré y escudriñé desde Mulas durante tantos días”, contó. “En este trayecto nos desplazamos muy lentamente, guardando energías, damos 15 pasos y nos detenemos 20/30 segundos para tomar aire”.
Hugo Pingray, a pesar de ser el integrante de mayor edad, se puso a la par del guía: “Finalmente llegamos a la Cueva al pie de la tan temida Canaleta. ¡Llegamos a los 6.600 metros sobre el nivel del mar! Nos hidratamos, descansamos unos diez minutos y reiniciamos la marcha a sabiendas de que si completábamos ese paso estaríamos en la cumbre”.
El gran día
El relato del profesional comienza a tomar otro tenor; para cualquier deportista o como quiera que se lo llame, no debe existir cosa más linda que alcanzar el objetivo y eso fue lo que pasó: “A las 13:30 Hs. del Viernes 16 de Enero, cumbre, cumbre, ¡¡¡cumbre!!! La emoción me superó, caí de rodillas al piso y rompí en llanto… No podía parar de llorar, se me vinieron a la mente las imágenes de Juani, de Kiki, de María José y de la Gork (sus hijos y esposa). “Adrián esperó que me recompusiera y una vez de pie nos abrazamos como hermanos… como hermanos en la montaña, ahora más que nunca que he cumplido mi desafío”. Este último relato de Hugo Pingray estremeció a los presentes; con sólo pensar e imaginárselo la emoción es incontenible, quizás similar a haber escalado a la par.