De Chacota a Tierra Media, siempre “flojos de papeles”
El mismo lugar en el que asesinaron a Aldo Daniel Pereyra hace once años sigue tramitando habilitaciones en el municipio como local de diversión nocturna. En la madrugada del domingo fue clausurado por Inspección pero si sus dueños completan la documentación podría volver a abrir. Un día antes habían baleado a un concurrente del lugar. Una historia de negligencias reiteradas en las que no se protege la seguridad del público.
Nada borrará aquella tragedia de la madrugada del 1 de febrero de 2004 cuando un menor de 12 años asesinó a otro de 15 en el interior del baño del boliche llamado por entonces Tierra Media, aunque se hayan ocultado circunstacias y deslindado responsabilidades aduciendo que “murió fuera del local”.
Once años después ese mismo lugar vuelve a ser noticia y no solo porque fue clausurado sino que, una vez más, una persona que había concurrido a ese sitio, donde hoy también funciona un local de esparcimiento nocturno, resultó herida en la vereda, y porque los vecinos ya están hartos de lo que sucede todos los fines de semanas en un lugar que no es apto, como tantos otros, para desarrollar esa actividad.
Hoy Chacota, como se llama el pub/boliche de 25 de Mayo al 600, lejos está de asemejarse a aquel emblemático boliche de la década del 70 que deslumbraba la noche sampedrina y que era motivo de encuentros para los jóvenes de aquella época en otra ubicación.
Actualmente es un espacio a simple vista con escasas medidas de seguridad, donde los adolecentes concurren a divertirse y a veces terminan siendo protagonistas de reyertas y enfrentamientos callejeros.
Hace unos años ese lugar volvió a ser habilitado y desde hace unos meses comenzó a ser observado, principalmente desde que Raúl Manchone se hizo cargo del área de Inspección.
Clausurado y a la espera
La madrugada del pasado domingo, durante un operativo de nocturnidad, Inspectores Municipales y Policía detectaron la presencia de menores en su interior y constataron que el lugar tenía la documentación vencida.
Chacota fue clausurado y ahora el Tribunal de Faltas debe decidir sobre la sanción por la situación de falta de habilitación –cuyo control poco ejercido depende de la Dirección de Rentas que conduce Christian Rial– y el Juzgado de Paz por la presencia de menores, claro está que si presentan la documentación (Bomberos, Reba y certificado de habilitación), el comercio podría volver a abrir sus puertas.
En el Municipio aun hoy dudan si un lugar con estas características puede o no estar habilitado como tal. El funcionamiento de los locales bailables necesita de un registro provincial que ninguno de los inscriptos como bares cumple ni tramita.
Ni las vidas truncadas, ni los incidentes, ni los ruidos molestos bastan para entender que en San Pedro se habilitan lugares poco adecuados y llenos de falencias visibles como salidas de emergencia que a otros se le exigen antes de abrir sus puertas.
Otro herido y van
Hace pocos meses un joven denunció haber sido golpeado ferozmente en el interior de ese mismo comercio. Los vecinos, cansados de todo lo que sucede los fines de semana, acudieron a los medios para quejarse y buscar las explicaciones que en otros lados no consiguen.
No solo las peleas y daños motivan el malestar, sino también el alto volumen de la música y las secuelas que quedan marcadas sobre las veredas y las puertas del barrio.
Sin ir más lejos, en la madrugada del sábado pasado, un día antes de la clausura, una persona de 30 años que había concurrido a ese lugar y se retiraba del mismo recibió un disparo de arma de fuego.
El proyectil impactó en la extremidad superior izquierda del hombre, quien en su testimonio ante la Policía dijo desconocer al atacante y que solo alcanzó a ver un arma gris. La víctima fue asistida en el Hospital local pero momentos después se retiró por decisión propia.
Aquella noche de 2004
Ni el paso de los años ni la Justicia que nunca llegó borrarán lo acontecido la madrugada del 1 de febrero de 2004 en ese mismo local de 25 de Mayo al 600. Dos menores de apenas 12 y 15 años escribieron una de las historias más tristes del panorama delictivo de la ciudad, cuando sin siquiera entender mucho de la vida terminaron protagonizando un hecho que enlutó, enluta y avergüenza.
Aldo Daniel Pereyra (15) fue asesinado en el interior del baño por otro menor, de 12, un “anónimo” para el que hubo que esperar seis años, hasta su mayoría de edad, para identificar: se trataba de Gabriel, “el Gaby” Mendoza, el mismo que con el transcurso de los años fue partícipe de otros hechos iguales o más graves que este y que podrían haberse evitado con la acción de la Justicia en su rol de contención a un adolescente con severos antecedentes.
Con sus 18 años cumplidos pudo ser condenado por un caso de abuso de arma y en la actualidad espera ser juzgado por una entradera en el asalto a una familia de comerciantes hace dos años atrás, luego de que el Comisario Dante Paolini, camuflado como albañil, lo atrapara en una villa en Rosario.
Cuando asesinaron a Daniel Pereyra, Tierra Media cerró sus puertas. Allí mismo pareció cerrarse un caso donde primó la impunidad y la débil instrucción de la Justicia de turno, que jamás halló a un responsable y mucho menos a un culpable.
La madre de Daniel Pereyra organizó marchas, clamó por justicia y lo recordó año a año hasta que una cruel enfermedad terminó también con su vida. Pasaron los años y cada mes de febrero aparecen las fotocopias pegadas en los postes de la vía pública: son el esfuerzo, la pena, el recuerdo y la lucha de una abuela que perdió a su nieto y a su hija en esta tragedia.