Confirmada la sobredosis, la Justicia busca responsables por la muerte de Magalí
La adolescente de 15 años Magalí Naiquén Maidana falleció el domingo en el Hospital, donde entró en coma tras consumir drogas cuyo tipo y cantidad revelarán los análisis de laboratorio. Su novio, Samuel Palacios, está imputado por el delito de “suministrar estupefacientes a título gratuito”. Su familia relató la tragedia a La Opinión.
El martes, los familiares de Magalí Naiquén Maidana la despidieron en el cementerio local, en medio del dolor insuperable de haber velado a una adolescente de 15 años que falleció el domingo en el Hospital, víctima de una sobredosis de sustancias estupefacientes que, de acuerdo a lo que investiga la Justicia, le habría facilitado su novio, Samuel Palacios, de 22.
El velatorio fue austero, como lo es la vida de las familias paternas y maternas de Magalí, cuyos padres, que la tuvieron de muy jóvenes, están separados. Su sepelio fue triste. Tanto como el derrotero que en el último año precipitó su exposición a situaciones que, después de todo, le costaron la vida.
Le tocó a ella, en un contexto socioeconómico, educativo y cultural desfavorable en los últimos meses. Pero le podría haber tocado a cualquiera de los miles de adolescentes que en San Pedro tienen algún tipo de relación con el consumo de drogas. Los testimonios recabados no permitieron todavía establecer si ella tenía trayectoria de consumo, como su novio. Aun así, como bien dijo la Fiscala
Ramos en su despacho cuando atendió a La Opinión para responder consultas sobre el caso, “el creciente uso y abuso de drogas entre los jóvenes es sorprendente, en todos los estratos sociales”.
Una pérdida irreparable
Magalí Naiquén Maidana nació el 04 de junio de 2002. Sus padres, Hernán y Yésica, eran muy jóvenes. Él tenía 14 y ella 15 cuando se enteraron que iban a ser padres. Él jugaba al fútbol en Banfield y hasta tuvo alguna posibilidad de probar suerte en Boca, pero la incipiente paternidad lo impelió a dejar el deporte.
La relación entre Yésica y Hernán no prosperó y, con el tiempo, ambos formaron nuevas parejas. Magalí tenía cinco hermanos por parte de padre y tres por parte de madre. Ella era la mayor.
Sus abuelos paternos, Dolores y Claudio, fueron su contención, desde los seis meses. Su madre estaba presente, pero eran ellos quienes la criaban.
En junio cumplió 15 años. Su vestido rojo y negro, de raso pero con zapatillas, contrastaba con el blanco con el que habían vestido las mesas y sillas del salón en el que, con mucho esfuerzo, sus familiares celebraron con una fiesta.
Pasado agosto, decidió pasar más tiempo con su madre, al punto de que estaba instalada en la vivienda del poste 12 del barrio Bajo Cementerio. Adolescente al fin, eligió un poco más de “libertad”. En la casa de los abuelos había más restricciones a la hora de “salir y andar de novio”, como contó su tía María Luz Maidana.
Alumna de la escuela 15, que funciona en el edificio de la primaria 43, en Chivilcoy y Colón, Magalí dejó de concurrir a clases desde que abandonó la casa de los abuelos.
No hubo hasta el momento voces que permitan afirmar desde cuándo salía con Samuel, un joven de 22 años que vive en el barrio Depietri, camino al Cementerio, quien no tiene trabajo fijo y cuya
trayectoria de consumo de drogas fue confirmada por las autoridades judiciales, que secuestraron cocaína en su vivienda.
El sábado, Magalí se había ido de la casa de la madre a lo de Samuel, alrededor de las 20.00. El domingo fue trasladada al Hospital, donde ingresó en coma, la asistieron con respiración mecánica unas horas y falleció a las 19.30.
Sobredosis, la causa de la muerte
Al Hospital, Magalí entró a las 12.30. Fue internada en terapia intensiva. La médica que la atendió les explicó a los familiares que tenía todos los signos de haber ingerido una “sustancia muy fuerte”.
Hablaba de drogas. La hipótesis era sobredosis. A las 15.30 su madre denunció el caso en la Comisaría de la Mujer. A las 19.30 su corazón no resistió y murió.
La autopsia practicada en la morgue judicial de San Nicolás confirmó que su deceso se produjo a causa de lo que el exceso de estupefacientes causó en su cuerpo. Los resultados de las pericias de laboratorio determinarán qué tipo de drogas consumió y en qué cantidad.
Una de las sospechas es que podría haber ingerido ketamina, un anestésico de uso veterinario prohibido para humanos; una sustancia cuya dosis en exceso es altamente riesgosa para la salud y cuyo consumo extendido se encuentra en formato intravenoso o para aspirar, incluso mezclada con cocaína.
Una sobredosis de ketamina puede ocasionar aumento de la presión intracraneal e intraocular, convulsiones, insuficiencia cardiorrespiratoria, polineuropatía, trismus e hipertonía muscular, que pueden desembocar en la muerte.
“El novio algo fuerte le dio”, dijo su tía María Luz Maidana a La Opinión ayer martes, cuando recibió a este medio en la casa de los abuelos paternos de Magalí. “Si el chico hubiese dicho al menos qué le dio, se podría haber hecho algo”, contó que le dijo la médica que atendió a la adolescente.
La causa judicial
La Fiscala Viviana Ramos instruye una causa, en principio, por “suministro de estupefacientes a título gratuito”, en la que está imputado Samuel Palacios, quien todavía no fue llamado a prestar declaración indagatoria.
La titular de la UFI 11 solicitó al Juzgado de Garantías dos allanamientos que se cumplieron con resultados positivos. En la casa del novio de la adolescente fallecida, secuestraron cocaína.
El martes, Ramos relevó testimonios para avanzar en la instrucción de la causa. La investigación procura establecer qué hizo Magalí entre las 20.00 del sábado y las 12.30 del domingo. Dónde estuvo y si estuvo con alguien más, además de Samuel.
Hay versiones que los ubican a ambos, juntos, en una “previa” en una vivienda todavía no determinada. Son aportes que recibe la familia paterna. El padre de Magalí y su actual pareja declararon ayer y ofrecieron esos testimonios para que la Fiscalía los convoque a una declaración oficial.
Ramos releva datos en busca de elementos para sostener la acusación contra Palacios, aunque sabe que la aparición de testigos que reafirmen que estuvieron en otro lado y que no todo el tiempo lo hicieron juntos puede complicar el panorama.
En el cuerpo de Magalí no hay signos de violencia ni de que haya tenido relaciones sexuales. La Justicia sospecha que podría haber llegado acompañada a la casa, ya descompuesta, y que la dejaron sola allí, quizás por temor frente a su estado de salud.
“Esto tiene pena de prisión, porque la figura es suministro de estupefacientes ilegales”, aclaró la Fiscala, que se mostró preocupada por la cantidad cada vez mayor de chicos que consumen drogas, “en todos los niveles sociales y a modo de diversión, en las previas, los fines de semana, es muy preocupante”, dijo.
Un pasillo, una pesadilla
La Opinión recorrió el lunes por la mañana el barrio donde Magalí vivió desde agosto con su mamá. A escasos metros del pasillo que es la antesala de varias viviendas asentadas sobre la barranca, vive la abuela materna. Desde allí, cerca de las 10 de la mañana partió un auto blanco que transportaba a los deudos directos. Los comentarios entre allegados, amigos, parientes y vecinos ofrecían una coincidencia acerca de los muchachos que todas las tardes vienen ahí. “Ahí” es la desembocadura de ese camino improvisado en el que cada atardecer se encuentran varios jóvenes. Los relatos claman por una intervención para recuperar a los chicos de la zona, para que alguien preste atención al creciente consumo de alcohol y drogas.
“Los problemas no son con nosotros”, dice con temor uno de los más allegados al domicilio de la adolescente y aclara: “Con nosotros no se meten, pero son ellos los que están mal y nadie ve nada”. Otra joven que dijo ser prima de Magalí, y una mujer que indicó que era también tía de la menor prefirieron guardar silencio aunque refirieron que desde que se mudó al barrio su vida cambió para mal.
“Estaba bien con los abuelos, no se para qué se vino acá”, sentenció la vecina que ocupa la primera casa para reconocer que Dolores y Claudio le ofrecieron techo y educación durante años a su nieta. También “Marita está destrozada”, dicen los que conocen la casa de la abuela materna, en cuyo frente luce el letrero de venta de pescado.
No hay más datos que los rumores que se filtran entre las viviendas y que no están incluidos en las tareas de territorio que hasta el martes no habían efectuado los responsables de la investigación y
contención. La intervención se redujo a las declaraciones, pero no hubo preservación ni recorrido por el lugar, de acuerdo a lo que este medio pudo relevar en la zona.
Si no hay justicia, habrá reclamos
“A mi nena no me la van a devolver. Eso no se hace, lo hicieron con Magui ahora y lo van a volver a hacer con otras personas”, se quejó, al borde de llanto, la tía María Luz. “Lo único que quiero es que se haga justicia ahora porque a ‘mi negra’ no me la van a devolver más”, señaló.
Los familiares aseguran que si la muerte de Magalí no se esclarece, harán una marcha. “A ella me la devolvieron en un cajón y todos estamos destrozados principalmente los abuelos, que la criaron; y al día de hoy me la devolvieron en un cajón de mierda”, se quejó la tía.
“El hijo de puta que le dio la sustancia esa no tiene corazón. Si eran novios como le va a dar eso, si era una nena”, apuntó contra Samuel Palacios, el único imputado por el caso, aunque no por la muerte sino, por lo pronto, por haberle facilitado las drogas.
“Si aparece la figura de homicidio, no será doloso”, explicó la Fiscala Ramos y profundizó: “No habría habido intenciones de matar. Puede ser una negligencia, un homicidio culposo, hay que ver la calificación”.