Condenaron a joven cuyo padre devolvió la plata a la tienda donde había robado
Kevin Alan Romero, de 21 años, fue condenado a cinco años de prisión por el robo a mano armada en una tienda y por otro robo que cometió en la casa de una anciana. Los hechos sucedieron a fines de 2011 y principios de 2012. El padre del delincuente había devuelto el dinero robado. Tras el segundo hecho, la policía lo había detenido en el barrio Hermano Indio, en medio de una pedrada contra el patrullero.
Los jueces María Belén Ocariz, Laura Mercedes Fernández y Cristian Eduardo Ramos, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de San Nicolás, condenaron a Kevin Alan Romero (21), a cinco años de prisión tras hallarlo culpable de dos robos en los que el joven actuó con un cómplice.
Tal como había solicitado la Fiscal de Juicio, Gabriela Ates, los jueces aplicaron esa pena por los delitos de “robo calificado por el uso de arma de fuego cuya ofensividad no fue acreditada” y “robo en concurso real”, por dos hechos cometidos uno en septiembre de 2011 y el otro en enero de 2012.
La Fiscal Ates reunió pruebas y testimonios que permitieron la acusación, a los que el Tribunal se ciñó para la condena. Romero robó en una tienda de ropa ubicada en Boulevard Moreno al 1.600 y en una casa de Ayacucho al 1.100, donde reside una anciana de 83 años. Los jueces no consideraron los eximientes y atenuantes de la Defensa.
Robo y devolución
El caso del robo a mano armada en la tienda tiene un condimento particular: el padre de Kevin Romero devolvió la plata que su hijo se llevó durante el asalto. El hecho sucedió el 18 de enero de 2012, a las 19.30, cuando el joven –que entonces tenía 19 años– ingresó armado al lugar e intimidó a la dueña, que se encontraba sola, aunque había un cliente en un probador.
Kevin Romero estaba armado con un “revolver largo con tambor”, según consta en la causa, con la que apuntó a la dueña de la tienda, que le dio 100 pesos. No contento con ello, pidió más. Recibió un total de 1.000 y además se llevó unas cuantas bermudas y se fue. En la calle, lo esperaba un cómplice en moto, con quien huyó.
La dueña de la tienda contó en la causa que luego se presentó ante ella el padre de Kevin Romero y que, avergonzado porque dijo ser “un trabajador, como usted” y “dolido” por lo sucedido, le devolvió la plata que le habían robado. Ello fue considerado un agravante por la Fiscal Ates por ser una forma de intentar “frustrar” el proceso.
La Defensa del joven pidió la absolución, ya que consideró que no estaba “acreditada la materialidad delictiva” e intentó que no fueran considerados los testimonios obrantes, lo que no fue tenido en cuenta por el Tribunal.
Contra una anciana
El segundo hecho por el que fue condenado Romero sucedió en septiembre de 2011, cuatro meses antes que el otro, lo que fue valorado por la Fiscal como agravante por ser “reiteración delictiva en un lapso corto”, lo que da cuentas de su “desprecio del bien jurídico propiedad privada”.
Fue a las 9.30 de la mañana, en el domicilio de una anciana de 83 años, en Ayacucho al 1.100. Allí, Kevin Romero y un cómplice ingresaron ejerciendo violencia contra la mujer y robaron una notebook, alhajas y un par de zapatillas.
La víctima relató que estaba saliendo a la calle por la puerta del garaje de su casa, cuando de repente alguien la tomó de un brazo y la metió al interior de la vivienda. El delincuente la llevó hasta la habitación de la hija de la anciana, que estaba allí. Revolvió toda la habitación, tomó los elementos señalados y se fue. Los vecinos testimoniaron que afuera lo esperaba un cómplice en moto.
Ese día, la policía logró aprehender a Kevin Romero, mientras eran agredidos a piedrazos por otras personas, en el barrio Hermano Indio. Durante el juicio, la Defensa intentó anular la actuación policial de ese día porque no hay testigos en el acta, lo que no logró.
El Tribunal consideró que “exigir testigos, máxime cuando en el lugar de aprehensión comenzaban a agredir a los funcionarios policiales resulta excesivo”. Por otra parte, durante la detención los policías secuestraron en poder de Romero la computadora y las zapatillas robadas.