Callar no otorga nada
En las discusiones del radicalismo el ejercicio de la responsabilidad social está ausente, ante ello sólo aparece el interés individual como una pretensión, que cabrá analizar si es legítima: Es legítimo pretender ser candidato, ahora, ¿es razonable hacerlo sin equipos de trabajo formados? Es decir, el candidato va pero ¿con quién? Es legítimo sugerir que alguien puede ser candidato a senador (que no es lo mismo que serlo, y hoy por el radicalismo, esto tiene el viso de una fábula) pero la propuesta es cosa distinta a la banca. Nadie puede renunciar a lo que no tiene. Y la UCR no la tiene. Si tengo un administrador experimentado y solvente, acreditado en la conducción de una administración pública en la peor crisis del país (2001/2002), debo entender que éste debe irse a legislar desde la provincia? Sostener esto es algo así como declararse partidario de la “fuga de cerebros”. Cuando alguien ha demostrado condiciones para algo, ¿lo exporto? Esto ha despertado quejas hasta en los equipos de fútbol. Es algo que todos podemos entender como verdaderamente irrazonable (y el Municipio siquiera se beneficia con el dinero de la transferencia!). Resulta gracioso ver como se sostiene el argumento de que además que alguien deba suicidarse políticamente (ir de senador provincial por la UCR) para dejar a otro expedita la vía a la Intendencia. Quebrar las unidades políticas, siempre proclamadas como necesarias para el éxito de una gestión, proponiéndose, para que después del anuncio deba pactarse con el candidato autopropuesto, es una maniobra remanida y decadente de la política que ya casi nadie tolera. Pero sin duda hace daño. Adjudicarse los éxitos del otro con una argumentación dialéctica y apelando a los lazos de otra índole, es otra demostración de insinceridad política y una burla para una sociedad que –aunque acostumbrada- ve con muy malos ojos el monopolio del poder por las familias. El silencio ante todo esto no es consentimiento, no estamos en la vereda del barrio donde “el que calla otorga”. Ojalá el silencio sea y se corresponda con una actitud políticamente madura (e innovadora a estas alturas) que espera que el pueblo piense por sí mismo y pueda determinar no quién es quién (nunca lo sabremos), sino quién es serio y consecuente con sus palabras y sus acciones. Y quién no. Subrayo: Soy funcionario público municipal, no soy objetivo ni neutral porque no tengo porqué serlo, pero tampoco es mi razón mantener un puesto que trabajo. La renuncia de los empleados políticos es un documento que todos los intendentes del país poseen en sus escritorios, y las garantías no existen para nadie en ningún orden. Menos aún para el servil o genuflexo. Y es importante no dejar de decir lo que uno piensa, con la corrección y mesura que las circunstancias indiquen a cada cual, porque en definitiva, lo que a uno le conviene nunca está en las manos de uno, salvo, claro está, renunciar. Un acto saludable al cual muchos no parecen entender sumergiéndose en el patetismo decadente del capricho y el oportunismo. Facundo Vellón, D.N.I: 18.193.245