Caen las ventas, los consumidores compran segundas y terceras marcas y la cadena de pagos está al rojo vivo
La actividad económica muestra una retracción sólo comparable a los años de la crisis de principios del siglo XXI. Los comercios cierran; los salarios no alcanzan; las ventas disminuyen; la gente compra lo justo y necesario para comer, mientras elige segundas marcas y espera ofertas especiales. De punta a punta de la cadena de pagos, todos sufren de alguna manera el impacto de una crisis a la que no se le encuentra salida a corto plazo mientras el gobierno ratifica “el rumbo”. El Centro de Comercio convocó a todos los sectores de la economía para evaluar la situación.
El Indec informó que la pobreza superó el 32 por ciento y se nota en la calle: la cadena de pagos está al límite, muchos comercios cerraron, otros subsisten a duras penas porque los clientes modificaron drásticamente sus hábitos de consumo, los salarios no acompañan la inflación, el dólar mantiene una carrera en alza que repercute en las compras cotidianas, los aumentos de tarifas –sobre todo de electricidad y gas– impactaron en la economía doméstica, comercial e industrial, la plata no alcanza y los malabares que cada cual hace para llegar a fin de mes recuerdan a la última gran crisis argentina, la de los años 2000, 2001 2002, con una diferencia que está expresada en el editorial que aparece en estas páginas: la “grieta”, que atraviesa todo y no deja que cada quien se exprese o reflexione sobre la necesidad de buscar soluciones consensuadas entre todas las fuerzas políticas que este año pretenden disputar elecciones.
Con lógica preocupación el Centro de Comercio e Industria cuya presidencia está ahora a cargo del Licenciado en Comercio Exterior, Raúl Cheyllada, comenzará hoy a escuchar a sus representados sean socios o no de la entidad para evaluar sector por sector la situación y continuará hasta la semana próxima con ese relevamiento.
Es que los hábitos han cambiado al calor de la inflación. En los comercios de barrio se notó cómo la gente dejó de consumir carne para optar por alternativas más económicas que no implicaron sólo el cambio de cortes vacunos por pollo o cerdo sino también la creciente imaginación a la hora de cocinar con verduras que, aunque también caras, están por debajo de la carne.
En el centro, los locales vacíos son muchos. Es que además de la retracción del consumo, los alquileres aumentan y las tarifas de servicio resultan impagables.
Los registros de habilitación comercial dan cuenta de ello, aunque, se sabe, muchos abren para probar suerte y sólo se inscriben si les va bien o si la Municipalidad los descubre.
Como en el Estado local la cosa tampoco va de maravillas, el gobierno recorre comercios para pedir habilitación y muchas veces no tiene miramiento alguno a la hora de clausurar, a pesar de que en gran cantidad de casos la única manera de pagar la multa y los trámites sea trabajando, porque ese es el principal ingreso de los afectados.
Sin ingresos, cae el consumo y caen las ventas
La constante en despensas, almacenes, carnicerías y minimercados es la preferencia por artículos que están en oferta. Dos indicadores del mal momento son la caída en la venta de Coca-Cola y el carbón. “La gente hace menos asado y ni para carbón tiene, porque tampoco se vende”, analizó un comerciante.
En las verdulerías y carnicerías hay un fenómeno relacionado con comprar lo que alcance con la plata disponible. La consulta inicial suele ser cuánto cuesta el kilo de tal o cual producto para luego demandar: “Dame tanto dinero de esto”. Muchas veces, aunque el comerciante informe acerca de ofertas convenientes en cantidad, la respuesta es la misma: “Tengo tanta plata, dame lo que alcance”. Las frutas son casi un artículo de lujo, con excepción de la que está en oferta.
La frase “haceme 100 pesos de…” se repite a la hora de comprar carne, como si ese fuera el monto máximo a destinar para una o dos comidas diarias. “Las ofertas son lo que más llevan”, dijo un carnicero consultado por La Opinión. “Ponés un cartel y al toque se vende. No importa qué, pero si es barato lo llevan”, aseguró.
“Fin de mes arranca cada vez más temprano”, dijo el titular de un autoservicio. Está claro: quien cobró su sueldo paga sus obligaciones, compra los elementos necesarios para todo el mes –si son en ofertas por cantidad, mejor– y luego consume a diario lo que puede. “Del 10 al 15 se trabaja más o menos, pero a partir de ahí empezó el famoso fin de mes”, en el que se nota la caída de las ventas, señaló el comerciante.
En los supermercados pasa algo similar. El titular de los autoservicios Boulevard Ahorro, Enzo Gravino, dijo que “mejorar continuamente las ofertas” es una obligación para mantener la clientela. “La gente mira, desea y espera que esté el 2×1”, aseguró.
En general, el público se lleva lo que sabía de antemano que iba a buscar. Con o sin “lista de súper”, casi no se ve que el cliente compre artículos que no tenía previstos. “La gente está abocada al consumo básico y a lo que hace falta”, observó.
Admargus SH es una de las principales distribuidoras de productos alimenticios de la ciudad. El análisis de su titular, Adrián Ramis, es claro: “Bajó muchísimo el consumo” y “los aumentos de precios son constantes, todos los meses”.
Las segundas y terceras marcas crecieron en ventas. Aunque la calidad es mucho menor que en las primeras, las diferencias en precio son muchas. Cuidar el bolsillo es la prioridad. Está claro: la plata no alcanza.
Ramis lo observa en los comercios a los que abastece. “En todos los productos de consumo más básico, como fideos, yerba, azúcar, harina, la gente se lleva lo más económico que haya y eso es lo que piden los comercios”.
“La caída de ventas es impresionante, vos ves que los negocios están vacíos, los pedidos son cada vez más chicos”, contó Ramis.
En los locales, a la baja en las ventas se le suman los incrementos en alquileres y, sobre todo en tarifas. El presidente de Coopser, Pablo Peralta, informó que desde febrero de 2016 la electricidad sufrió un aumento de “2.200 por ciento” y que todavía resta una suba del 3 por ciento para el mes que viene y otra igual en septiembre. En noviembre, en tanto, volverán a plantearse los aumentos para 2020.
Los comercios cierran
En el Boletín Oficial hay más de 80 resoluciones de la Dirección de Rentas en las que se procede a dar de baja habilitaciones comerciales o procesos de habilitación por cese de actividad. Corresponden a todo 2018 y lo que va de 2019. Algunas de esas bajas son “de oficio” y porque sus titulares no comunicaron el cese de actividad pero la mayoría obedece a la decisión de dejar de arriesgarse con un emprendimiento propio.
Hay de todos los rubros. La mayoría son pequeños o medianos comercios relacionados con la venta de productos alimenticios: carnicerías, pollerías, despensas, minimercados, verdulerías, kioscos, panaderías.
También cesaron su actividad varios locales de venta de muebles, talleres mecánicos, casas de repuestos de motos y autos, peluquerías, varias tiendas, algunos sitios de hospedaje, cybercafés que se habían reconvertido a espacios de juego por internet, zapatillerías, escuelas de danzas, centros de estética, dietéticas y hasta ópticas.
Es cierto que además hay una gran cantidad de comercios que fueron habilitados en ese período, aunque los rubros son variables y no siempre reemplazan a los que cerraron, lo que da cuentas de que hay sectores de la actividad económica a los que se les hizo más difícil mantenerse en pie.
También es relevante destacar que, ante la crisis, muchos optaron por iniciar una actividad comercial como forma de invertir su poco capital en procura de aumentar los ingresos. El mediano plazo revelará si esa inversión, en el actual contexto, fue una decisión acertada.
Como bien dijo el presidente de Coopser, Pablo Peralta, se ven “muchos locales vacíos en el centro, en calle Pellegrini, entre San Martín y 3 de Febrero, es donde más se nota”. Aun así, en los registros de la cooperativa no se refleja tanto: “Porque el comercio se mudó, cerró y el medidor era del dueño del local, etc., hay muchas posibilidades”, señaló el dirigente.
Prórrogas y cuotas para pagar la luz
El mes pasado, de una facturación total de 22 millones de pesos, Coopser otorgó prórrogas y planes de pago por casi 3 millones. Fue un mes difícil: en los hogares, el último coletazo del uso del aire acondicionado se notó; en los comercios, sobre todo en los que utilizan refrigeración en los productos que expenden, casi todos pidieron un tiempo más para pagar o un plan de financiamiento en cuotas.
Para marzo de este año, la cooperativa registró un total de 1139 prórrogas otorgadas. En enero habían sido 800 y en febrero, 806. “Se incrementó respecto de otros años, pero no tanto como esperábamos”, dijo el titular del Consejo de Administración.
Para marzo de este año, la cooperativa registró un total de 1139 prórrogas otorgadas. En enero habían sido 800 y en febrero, 806.
El consumo en la ciudad, informaron desde Coopser, bajó, en 2018, un 8,7 por ciento en relación a 2017 y un 16 por ciento en relación a 2016.
En cuanto a suspensiones de suministro, el promedio del primer trimestre del año fue de 412. Se mantuvo respecto a 2018, cuando registró 419. El de mayor cantidad de cortes fue el de 2017, cuando llegó el aumento mayor y se aplicaron las nuevas tarifas, tras las discusiones judiciales. En enero 2017 hubo 605 desconexiones. El promedio del primer trimestre de 2016 fue de 375.
En cuanto a la actividad industrial, Peralta reveló que “hay empresarios que pagan al día, otros que piden plan de pagos y otros que bajaron su requerimiento máximo de potencia porque producen menos y consumen menos”.
La canasta de Semana Santa, por las nubes
La Opinión relevó precios en distintos comercios de la ciudad donde pueden encontrarse los productos que se consumen en Semana Santa y el domingo de Pascuas. El resultado es que una “Canasta de Pascua” cuesta aproximadamente entre un 50 y un 60 por ciento más que en 2018.
Al tope del ranking se encuentran los camarones, con costos que van desde los 400 a los 800 pesos.
La merluza, una alternativa siempre elegida por ser menos costosa, puede conseguirse este año a partir de los 260 pesos, bastante más cara que en los principales centros urbanos del país donde el precio ronda los 140.
Una docena de empanadas de pescado se vende entre 200 y 260 pesos; los sandwiches de miga entre 270 y 350 la docena, dependiendo la variedad.
En cuanto a lo más consumido por grandes y chicos, los huevos de pascua, los precios varían. En las góndolas se observan los de marca o industriales que trepan a los 400 pesos los más populares, mientras que los artesanales, del mismo tamaño, cuestan entre 60 y 120 pesos.
La famosa “rosca de pascuas” se ubica entre 120 y los 160 pesos, dependiendo del comercio. En confiterías varían de acuerdo a la calidad, el tamaño y el precio.