108 años de San Pedro Ciudad a la luz del ’34
Superado el siglo, la ciudad celebra su nuevo cumpleaños. La Opinión se subió al reporte de un periodista que en 1934 recorrió durante varios días la ciudad para contarle al país entero las bondades de este pueblo, su potencialidad y su gente. Con muchos menos habitantes y sueños que en muchos casos se hicieron realidad, emprendemos el camino.
El pueblo del Rincón de San Pedro Dávila de los Arrecifes cumple el sábado próximo 108 años desde que comenzó a integrar el mapa de las ciudades de la provincia de Buenos Aires. Los cumple, como ante cada bienio, en medio de elecciones. Pero esta vez, en la que definirá al responsable de asumir los destinos de una comunidad sumida en la peor de sus crisis históricas, con discursos de campaña que hablan de la reconstrucción financiera, económica, social, cultural…
Para celebrar, La Opinión recorrió una publicación de 1934 que hablaba de las bondades de la zona, con sus protagonistas de entonces, los emprendedores que hicieron de este pueblo una ciudad pujante.
Sin ánimo de comparación y apenas para hacer un ejercicio de memoria histórica, el repaso puede llevar a que se mire la realidad actual con un dejo de nostalgia pero con intención de mejora.
Hace 81 años, Vicente Kurlat, enviado especial de Caras y Caretas, aseguraba que San Pedro era un “emporio de producción y centro de progreso”. Esa revista de tirada nacional se ocupaba de este “rincón provinciano con aspecto de gran ciudad” que, según su óptica de citadino que llegaba a descubrir este enclave de vida apacible en la pampa bonaerense, estaba “llamada a ser la zona más productiva del país, por la riqueza de su tierra y el esfuerzo de sus hombres”.
Las décadas pasaron y San Pedro vivió épocas de esplendor pero también de dificultades serias, como el resto del país y de Latinoamérica.
“Aunque me fuercen jamás voy a decir / que todo tiempo por pasado fue mejor / mañana es mejor”, cantaba Luis Alberto Spinetta. El mensaje esperanzador es válido para celebrar la fecha. También lo es el recorrido por aquella potencialidad perdida. Soñar el futuro acaso sólo sea posible a la luz del pasado.
“Todo lo que se planta en estas fértiles tierras ha de llegar a la perfección”, decía el optimista cronista, embelesado sin dudas por lo que el pueblo le ofrecía a cada paso de su recorrida.
“Hay que tener presente que San Pedro está situada entre la Capital Federal y Rosario, sobre la cuenca de ese maravilloso Paraná, con su magnífico sistema de islas, barrancas y riachos, que en San Pedro constituyen en gran parte el éxito de la industria frutícola”, esa misma que creció por décadas y que hace pocos años desapareció para ser no más que un recuerdo.
Los hombres y sus obras. El clima ideal. El progreso de la fruticultura. El hospital y su cuerpo médico. La casa de ancianos. El asilo de niños. Las necesarias obras de vialidad. El recorrido de Vicente Kurlat no difiere del que podría hacerse hoy. Lo que se encuentra tiene, claro está, otras particularidades.
Enrique Garret, considerado el gestor de la fruticultura local, es destacado por su tesón y empeño, por su dedicación a una tarea que parecía titánica e imposible y que, tras probar una y mil veces, hizo de la fruta sampedrina eso que todavía es en cada punto del país al que un local llegue: generadora de identidad. El don de la naturaleza conjugado con sacrificios y sinsabores.
Los hermanos Juan y Mariano Planas, en su propiedad de “Las Flores”, con ovejas, vacas, maíz y lino, también son parte del recorrido, al igual que la Sociedad de Defensa Comercial, Industrial y de Navegación; Antonio y José Capdevila y sus socios Bartolo y José Solé, firma con sucursal en Buenos Aires dedicada “en gran escala al ramo de herrería, carpintería y panaderías”; Plácido Martínez Sobrado, retratado como “figura sobresaliente del progreso de San Pedro”; César Saliva, “el gran hombre de negocios” de Santa Lucía, cuya gallina campeona en Arrecifes merece una foto tan importante como la propia; Lorenzo Spagnuolo y su equipo pulverizador, un “adelantado de la industria nacional”; los montes de José y Luis Lolago; la hacienda de “kilómetro 158” de Don Fernández Naya; el constructor Alfredo Vailanti; el hacendado y cerealista Abelardo Cheyllada; el fruticultor Alejandro Mozzi; el hotelero José Tulissi, propietario del Marconi; el distribuidor de “caramelos, confites y pastillas” Roque Ferrara; los artistas plásticos Manuel Prelato y Ulderico Todó; la trampa para roedores y las bombas sifón fabricadas por Antonio Falcion; los próceres Fray Cayetano Rodríguez y Fray José María Bottaro…
En imágenes, la histórica Biblioteca Popular, aún en pie y funcionando; la máquina impresora de La Palabra; los alumnos de la escuela Normal; los fundadores de la Peña Isoca, donde alternaban poesía, letras y música; las “niñas de la sociedad” paseando por el Estadio municipal; los montes en flor; la fruta preparada para ser exportada; los enfermeros del Hospital; los pintorescos edificios públicos de Santa Lucía; los almacenes de ramos generales; los chalets de los prohombres entrevistados; la parroquia Nuestra Señora del Socorro, “magnífico edificio sampedrino”…
Una publicidad de la Municipalidad dice que la comuna vela “por el progreso industrial de la zona” y ofrece “el más amplio apoyo y facilidades generales”, al tiempo que “exime de todo impuesto creado o a crearse a las industrias que instalen sus fábricas o talleres” en este “lugar ideal por su puerto de ultramar para importación y exportación por la ruta del río Paraná”.
Porque aquí había “mano de obra y viviendas baratas, comunicaciones con la Capital, Rosario y punto de partida hacia centros poblados”, “buen servicios de trenes rápidos”, “teléfonos y telégrafos. Elevador terminal en puerto nacional”.
Al final, invitaba: “Haga turismo y vacaciones económicas en San Pedro. Todas las comodidades. Veraneo en ríos y barrancas y en región sana, rodeado de millones de árboles frutales y reparos forestales”.
Gobernaba José Novau y eran destacados dirigentes políticos José Sánchez Negrete y Alejandro Maino. Santiago Garayo era diputado provincial; Julio Navone el Comisario; y Abel Noceti el director del Hospital.
Eran otros tiempos pero los sueños siguen intactos. La estructura productiva es otra, la vida social cambió y la situación socioeconómica de aquel pueblo pujante que caminaba rumbo al progreso es recuerdo pero también expresión de deseo hacia el futuro.
Cada uno de los que hacemos el San Pedro cotidiano tenemos la responsabilidad de hacer posible ese anhelo de una ciudad mejor que esta que tenemos y que aquella que relatamos.
“Poniendo la paciencia impaciente en esta construcción”, como dijo el educador popular Tato Iglesias, “darnos ánimo, encendernos los fueguitos, recuperar los ideales, tener siempre encendidas las luces del circo de la vida”, porque “está en nosotros”.